Autoestima y estrés

Para muchas personas pueden ser las dos caras de una misma moneda, porque una baja autoestima es un constante generador de estrés.

Como ya hemos visto, el estrés no viene dado únicamente por causas externas, sino que procede de la combinación de éstas y de factores internos propios y particulares de la persona.

autoestima y estrés
Autoestima y estrés- image by crayon

Es mucho más probable sentirse amenazado cuando  no se tiene confianza en uno mismo, cuando se siente uno  inferior en la comparación con los demás, o se considera falto de habilidades en el campo que sea requerido.

Aquí hay algunas formas en que la baja autoestima puede contribuir al estrés:

  1. Percepción Negativa de Eventos:
    • Las personas con baja autoestima tienden a interpretar los eventos de manera negativa y a ver los desafíos como amenazas.
  2. Autocrítica Constante:
    • La autocrítica intensa y constante puede generar un estrés adicional. Las personas con baja autoestima a menudo se castigan mentalmente por errores, reales o percibidos, generando ansiedad.
  3. Miedo al Rechazo:
    • La preocupación constante por ser rechazado/a o no ser aceptado/a puede generar un estrés significativo en situaciones sociales. El miedo al rechazo puede llevar a evitar interacciones sociales, aumentando así el aislamiento.
  4. Evitación de Desafíos:
    • Las personas con baja autoestima pueden evitar desafíos o situaciones nuevas por temor al fracaso. Esto no solo limita su crecimiento personal, sino que también puede generar estrés al enfrentarse a nuevas experiencias.
  5. Percepción de falta de control:
    • La baja autoestima a menudo está asociada con una sensación de desamparo y falta de control sobre la propia vida. Esta sensación puede contribuir al estrés crónico.
  6. Necesidad Excesiva de Aprobación:
    • Buscar constantemente la aprobación de los demás y basar la propia valía en la opinión de los demás puede generar una presión constante y, por lo tanto, aumentar el estrés.

Es importante abordar tanto la baja autoestima como el estrés de manera integral. La terapia cognitivo-conductual, por ejemplo, puede ser efectiva para cambiar patrones de pensamiento negativos asociados con la baja autoestima y desarrollar habilidades para gestionar el estrés. Además, adoptar prácticas de autocuidado y buscar el apoyo de profesionales de la salud mental es por sí mismo un paso importante para mejorar la autoestima.

¿Por qué a unas personas les afecta más que a otras el estrés?

Decíamos que el estrés es una respuesta del cuerpo ante un cambio. Por ejemplo, si de repente baja la temperatura, percibiremos frío y nuestro cuerpo tendrá que reajustarse para mantener la temperatura corporal. Sin embargo, sabemos que no todos somos igual de frioleros, y de la misma manera, tampoco reaccionamos igual frente a otras situaciones de estrés.

a unas personas afecta más que a otras el estrés

Por ejemplo, supongamos una oficina en la que todo el mundo tiene el mismo tipo de trabajo y el mismo jefe hiperexigente o maleducado. Sabemos que no todos los empleados se van a sentir igual, puede que algunos estén realmente angustiados, vivan en un sobresalto continuo incluso fuera de horas de trabajo y empiecen a acusar dolencias físicas como dolores de cabeza o de espalda y otros no lo estén en absoluto, y simplemente se olviden del trabajo en el momento de salir por la puerta.

 Y es que, en nuestra vivencia no es el factor externo únicamente lo que nos afecta, sino la combinación de los factores externos con otros factores internos.

Estos factores internos son distintos para cada persona y tienen que ver con nuestra genética, nuestra personalidad y con nuestra manera de enfrentar los problemas que a su vez tiene  mucho que ver con nuestros aprendizajes  y nuestras vivencias.

La buena noticia es que el momento de hacer  aprendizajes nunca se acaba. Siempre estamos a tiempo de aprender a afrontar los problemas o las circunstancias que nos causan estrés de manera que el impacto sea menos negativo.

En muchas ocasiones no podemos cambiar esas circunstancias y deberemos simplemente aceptar y adaptarnos a la nueva situación. En otras quizá esté en nuestra mano mejorar la situación de alguna manera y para ello, primero debemos darnos cuenta de ello.  También habrá ocasiones en que  podamos encontrar  nuevas formas de ver lo que está pasando y darnos cuenta de si nuestra perspectiva está distorsionada de alguna manera.

Así que, aunque es de la combinación de ambos tipos de factores, externos e internos que podemos sentirnos más o menos afectados por el estrés,  tenemos la posibilidad de mejorar esa afectación y aprender a ser menos vulnerables.

.

¿Qué es el estrés?

 El estrés es una respuesta del cuerpo ante un cambio. Puede ser un cambio en el ambiente (de repente baja la temperatura) o en tus relaciones, en tu situación laboral…cualquier cambio nos obliga a reajustarnos.

 El cuerpo reacciona para mantener su equilibrio y trata de adaptarse a la nueva situación. Si ha bajado la temperatura exterior, el cuerpo se moviliza para mantener la temperatura corporal, si hay muchísima carga de trabajo, tratas de sacar más en menos tiempo. El estrés te está ayudando a hacerlo.

¿Pero, por qué se convierte el estrés en nocivo?

Todos tenemos un límite hasta el que la  adaptación es tolerable y en principio, beneficiosa. Por ejemplo, para acometer una tarea nueva o difícil pero asumible, el estrés nos motiva, nos da energía, nos enfoca. Cuando la exigencia ha terminado, el organismo recupera la calma, y puede dedicarse al autocuidado.

Pero cuando sobrepasamos esos límites de tolerancia, es cuando aparece la percepción de amenaza. El cuerpo empieza a movilizar otros mecanismos: la reacción de lucha o huida.

Esa reacción conlleva muchos cambios por ejemplo, en la presión arterial, en la frecuencia cardíaca, en el ritmo respiratorio, en la sudoración… Es un sistema diseñado para afrontar situaciones de emergencia puntuales y una vez resuelta la emergencia, el cuerpo recupera nuevamente la calma, pero…

¡Aquí llega el problema!:

Cuando la situación amenazante no es puntual, sino que se repite día tras día, esos cambios fisiológicos se producen con demasiada frecuencia. Ya no es puntual sino habitual, ya no hay momentos posteriores a la alarma que permitan al cuerpo recuperarse, sino que le obligamos a estar en ese estado de especial activación frecuente y prolongadamente en el  tiempo, y esto hace que muchos de estos cambios se conviertan en crónicos.

Por ejemplo, los aumentos en la presión arterial pueden derivar en hipertensión,  y en lo psicológico, el estado de alerta mantenido sin descanso puede llevarnos a la ansiedad o la depresión.

persona estresada

¿Qué podemos hacer para no llegar a estos extremos? Si los problemas vienen de la excesiva activación de ciertos mecanismos, lo lógico será ayudar al cuerpo a desactivarlos, y esto lo conseguimos con las prácticas de relajación, con la meditación, el deporte (siempre que no sea compitiendo) o pasando un buen rato con personas queridas. De este modo, estamos informando a nuestro cerebro de que no estamos en peligro, y que puede dejar de estar en modo de alarma.

Aplacando el ansia de perfección

Aunque hay cierta controversia sobre la veracidad de esta afirmación, se dice que los defectos en las alfombras persas (pequeñas asimetrías, o imperfecciones) se deben a acciones deliberadas por parte de su autor, como muestra de humildad, ya que solo Dios puede hacer cosas perfectas.

alfombra persa con imperfecciones: "permitirnos la imperfección nos ayuda a aceptarnos y tratarnos mejor, y por tanto, ser más felices"

Dejando a un lado si es o no cierto, podríamos tomar esta actitud como modelo para ayudarnos a luchar contra el perfeccionismo, una de las ideas que descubrimos cuando «rascamos» en la causas del estrés de muchas personas.
Cuando pretendemos hacer las cosas perfectas, a menudo entramos en un bucle de corrección y mejoramiento que resulta improductivo, ya que los pequeños cambios que podamos realizar una vez dado por bueno aquello que estemos haciendo, no mejoran significativamente nuestro trabajo, y sin embargo, reducen la productividad y sobretodo, producen ansiedad.

Permitirnos cometer algún error (razonable) en las cosas que hacemos en el día a día, colabora en cimentar una mayor aceptación de uno mismo, y en cubrir la simple necesidad de reconocer que somos humanos y por tanto, imperfectos.

Tolerar la incertidumbre

Algunas personas toleramos mal la incertidumbre, no nos gustan las sorpresas y nuestra medida de la tranquilidad está muy relacionada con nuestra sensación de control sobre el entorno.

¿Por qué genera desasosiego? Quizá porque no confiamos lo suficiente en nuestras posibilidades de adaptación al imprevisto o al cambio.

Para quien tiene seguridad en sí mismo, los imprevistos son como retos, posibilidades de mejora, u oportunidades, incluso son tomados como aquello que le da interés la vida, permitiendo salirse de la rutina.

Para quien no, imprevisto es sinónimo de desastre, de pérdida y de inquietud.

Sin embargo, la vida está llena de imprevistos y tenemos que aprender a aceptarla como llega. En realidad, es lo que da la sal a la vida. ¿Te imaginas una montaña rusa que no tuviera pendientes?

¿Qué necesitamos entonces para poder afrontar la vida sin miedo?

Necesitamos confiar. Confiar en nuestras capacidades para manejar los cambios, confiar en que lo inesperado no es necesariamente negativo, confiar en que las cosas pueden ir bien. Sustituir los pensamientos catastróficos y preocupantes con otros en los que nos permitamos vislumbrar un “final feliz”, un resultado deseado o una oportunidad.